En un artículo anterior, hablamos sobre el dogmatismo, toca el turno del escepticismo; muchos hacen alarde de que son escépticos, pero realmente sabemos ¿quiénes son los escépticos?. Vamos a explicar el término.
¿Qué es el escepticismo?
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Escepticismo |
El escepticismo se puede encontrar, principalmente en la antigüedad, su fundador fue Pirrón de Elís (360-270 A.C). El afirma que no puede establecerse una relación entre el sujeto y el objeto; la conciencia cognoscente está imposibilitada para aprehender su objeto. Consecuentemente, si se presentan dos juicios contradictorios, el uno es tan absolutamente verdadero como el otro. Este razonamiento significa una negación de las leyes lógicas del pensamiento, en especial del principio de contradicción. En vista de que no existe conocimiento, ni juicio verdadero, Pirrón recomienda el silencio.
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Pirrón de Elís |
Podemos hablar de un escepticismo posterior, representado principalmente por Enesidemo (siglo I a.C) y Sexto Empírico (siglo II d.C); esta corriente siguió el camino pirrónico-
El escepticismo se encuentra también en la filosofía moderna; pero el que aquí se practica rara vez es radical y absoluto; mas bien se trata de un escepticismo especial. El filósofo francés Montaigne (1592), nos ofrece un escepticismo principalmente ético; en David Hume un escepticismo metafísico. En Bayle no podemos hablar de escepticismo a la manera de Pirrón, sino a lo sumo como un escepticismo medio. En Descartes, quien proclama el derecho a la duda metódica, no existe un escepticismo de principio, sino justamente un escepticismo metódico.
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David Hume |
Como ya habían visto los escépticos antiguos, solo absteniéndose del juicio puede el escéptico escapar a la contradicción; sin embargo, eso no es suficiente; tomando las cosas con todo rigor, el escéptico no podría realizar ningún acto de pensamiento, pues cuando lo realiza, se supone la posibilidad del conocimiento y se va embrollando en las contradicciones ya señaladas, desde el punto de vista de un riguroso escepticismo, la aspiración al conocimiento de la verdad, carece de sentido. Pero nuestra consciencia de los valores morales se opone a ésta concepción. El escepticismo que no se puede refutar lógicamente mientras se abstenga de todo juicio y de todo acto de pensamiento -cosa por cierto imposible en la práctica-, sufre su derrota total en el terreno de la ética. Si rechazamos radicalmente el escepticismo, no es porque pueda ser refutado lógicamente, sino porque repugna a nuestra conciencia de los valores morales, que tiene en alta estima la aspiración a la verdad.
Hemos encontrado también, que existe una forma de escepticismo mitigado, que no reconoce verdad y certeza, sino solamente la probabilidad; por lo que no podemos tener nunca la pretensión de que nuestros juicios sean verdaderos, únicamente podemos afirmar que son probables. Esta forma de escepticismo agrega a la contradicción inherente, en principio, a la posición escéptica, una nueva contradicción: el concepto de probabilidad supone al de la verdad. Probable es lo que se aproxima a lo verdadero. Quien renuncia al concepto de verdad, tendría que rechazar también el de probabilidad.
Así que el escepticismo general o absoluto vendría a ser una actitud en sí misma imposible. No se puede afirmar lo mismo del escepticismo especial. El escepticismo metafísico, al negar la posibilidad del conocimiento de lo suprasensible llega a la falsedad; pero no encierra ninguna contradicción. Lo mismo sucede con el escepticismo ético y religioso; aunque tal vez no sea correcto colocar estas actitudes en el concepto de escepticismo; puesto que por ello entendemos, en primer término el escepticismo absoluto y de principio, teniendo además otras denominaciones para las posiciones citadas. El escepticismo metafísico generalmente se llama positivismo. Quien sigue esta corriente, iniciada por Augusto Comte (1798-1857), debe sujetarse exclusivamente a lo que percibe positivamente, es decir, a los hechos, que nos presenta la experiencia inmediata, guardándonos de toda especulación metafísica, por lo que solo hay un conocimiento y un saber, que es el de las ciencias especiales, no un conocimiento filosófico-metafísico. Para designar al escepticismo religioso, utilizamos principalmente el nombre de agnosticismo, reconociéndose como fundador de esta corriente a Herbet Spencer (1820-1903), quien sostiene la imposibilidad de conocer lo absoluto. Lo que mejor podríamos conservar es la acepción escepticismo ético; aunque generalmente se incluye en una teoría llamada relativismo.
A pesar de sus errores, el escepticismo sin duda tiene cierta importancia para el desarrollo espiritual del individuo y la humanidad; es en cierto modo, un crisol que purifica de prejuicios y errores, impulsándonos a la continua comprobación de los juicios. Cualquiera que haya experimentado interiormente el principio fáustico: "yo se que nada puedo saber", procederá con mayor cautela en sus investigaciones. En la historia de la Filosofía, el escepticismo se presenta como una reacción en contra del dogmatismo, que llena la consciencia de los pensadores de una confianza bienaventurada y sin duda excesiva en la capacidad de la razón humana, excitando el ánimo ante los problemas. El escepticismo por el contrario, clava el aguijón punzante de la duda en el pecho del filósofo; de manera que éste no se conforma con las soluciones dadas a los problemas, sino que trabaja y se esfuerza incansablemente para lograr nuevas y mas hondas conclusiones.
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